EDITORIAL
Las redes sociales: desafíos y oportunidades para la comunidad de los investigadores
José Luis Hernández-Cáceres
"Diez de Octubre," Medical Faculty, Havana
Medical Sciences University, Havana, Cuba.
† Corresponding author: cacerjlh@infomed.sld.cu
Gracias a las redes sociales, en un país vecino, el hijo de un inmigrante africano logró movilizar recursos e ideas entre una juventud progresista que finalmente lo impulsó a la primera magistratura. Gracias a Twitter, sabemos que otro presidente de ese mismo país se quedó dormido delante de su computadora y en lugar de "coverage" (cobertura), escribió el sinsentido "covfefe" y se lo regaló al mundo. Para suerte de todos nosotros, lo que oprimió el hombre más poderoso del planeta, en su duermevela, fue el clic de enviar un tweet y no el botón del holocausto nuclear.
Filósofos, sociólogos, informáticos y expertos en cienciología están tratando de entender el alcance y el significado de la irrupción de la Web 2.0, con sus redes sociales como Facebook y Twitter, Google+ y otros. Para unos, Facebook es un monstruo que devora intimidad, principios morales e identidades, caldo de cultivo para extremismos e intolerancias; para otros, Facebook es la plataforma ideal para propiciar un saber colectivo que supere el déficit antropológico inherente a cada uno de nosotros los seres humanos. Es el sitio que nos permite navegar por lo mejor de la cultura universal al irrisorio precio de un clic. Mediante una red social global, es posible construir una enciclopedia multilingüe y gratuita que superó en menos de una década toda la labor de los miles de eruditos que armaron la Enciclopedia Británica durante siglos. En fin, según algunos líderes, las redes sociales constituyen la entronización de la post verdad, en una era cuando no importa si una afirmación es correcta o incorrecta, pues sólo cuenta que sea "trendy", o mucho mejor si es "viral".
Ante tanta diversidad de opiniones, no me queda otra opción que aferrarme a los principios que defendemos. Desde tiempos bíblicos, el trabajo fue visto como un castigo. Nada menos que una condena por el pecado original (consistente por cierto en el sacrilegio de osar beber de la fuente de la sabiduría). Los esclavos, los siervos y los proletarios trabajaban hasta el agotamiento y los amos holgazaneaban y disfrutaban de todo tipo de placeres tanto materiales como espirituales.
El socialismo, revolucionario en fin, irrumpió al mundo con la idea de que el trabajo debía ser fuente de liberación y de satisfacción de las necesidades de todos los miembros de la sociedad. El ideal socialista, un objetivo al que nuestro pueblo jamás ha renunciado, es el de una sociedad donde el trabajo sea no sólo fuente de enriquecimiento material, sino también vía de realización espiritual de cada ciudadano. Por creer en eso y rechazar el dogma de que "La gente es mala y no merece", muchos han pagado y siguen pagando un precio muy elevado.
Creo que se impone una visión similar ante la presencia de las redes sociales. Debemos en primer lugar entenderlas, conocer sus potencialidades y saber de sus peligros. Nuestra labor evangelizadora debe consistir en hacer saber a todos que a través de las redes sociales no solamente podemos enviar fotos y pasar reggaetón o mensajes banales. Las redes sociales nos permiten implementar mecanismos muy eficientes para crear grupos que trabajen alrededor de la consecución de un objetivo. Nos permiten encontrar rápidamente la respuesta a un problema que por las vías tradicionales nos tomaría meses en resolver. Las redes sociales son capaces de informarnos de los últimos avances a nivel mundial en la temática que nos interesa, pueden conectarnos con el experto mejor informado, o incluso confrontar la opinión de varios expertos.
En una época en que la ciencia mundial toma cada día más visos de apartheid global, pudiéramos conformar desde nuestro entorno un líquido amniótico donde se eliminen los obstáculos materiales y cultural es que hoy limitan nuestra presencia en los "grandes mercados de la palabra", a la vez que nos permitan elevar el rigor de nuestros estándares científicos hasta lograr lo que hoy parece imposible: una comunidad sin barreras para la divulgación del saber caracterizada por un rigor científico al nivel de las revistas más elitistas del primer mundo. Estoy convencido que existe en nuestro medio toda la voluntad y todo el talento necesario para lograrlo. La nuestra no es tierra de meros copiadores de ideas ajenas, sino de originales innovadores. Desde la comunidad de Informática en Salud de Cuba nos corresponde, por ahora, meditar sobre estos desafíos.
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